Para empezar…

Embeleso de las niñas de los ojos, tormento del corazón, luz del ánimo, no beso yo el polvo de tus pies, porque o no andas a pié, o si andas, pisas o rosas o tapetes de Irán. Ofrézcote la versión de un libro de un sabio de la antigüedad, que siendo tan feliz que nada tenia que hacer, gozó la dicha mayor de divertirse con escribir la historia de Zadig, libro que dice más de lo que parece. Ruégote que le leas y le aprecies en lo que valiere; pues aunque todavía está tu vida en su primavera, aunque te embisten de rondón los pasatiempos todos, aunque eres hermosa, y tu talento da a tu hermosura mayor realce, aunque te elogian de día y de noche, motivos concomitantes que son mas que suficientes para que no tengas pizca de sentido común, con todo eso tienes agudeza, discreción, y finísimo gusto, y te he oído discurrir con mas tino que ciertos derviches viejos de luenga barba, y gorra piramidal. Eres prudente sin ser desconfiada, piadosa sin flaqueza, benéfica con acierto, amiga de tus amigos, sin colrar enemigos. Nunca cifras en decir pullas el chiste de tus agudezas, ni dices mal de nadie, ni a nadie se le haces, puesto que tan fácil cosa te seria lo uno y lo otro. Tu alma siempre me ha parecido tan perfecta como tu hermosura. Ni te falta cierto caudalejo de filosofía, que me ha persuadido a que te agradaría más que a otra este escrito de un sabio.

Escribióse primero en el antiguo caldeo, que ni tú ni yo sabemos, y fue traducido en árabe para recreación del nombrado sultán Ulugbeg, en los tiempos que Árabes y Persianos se daban a escribir las Mil y una Noches, los Mil y un Días, etc. Ulug más gustaba de leer a Zadig, pero las sultanas se divertían más con los Mil y uno. Decíales el sabio Ulug, que como podían llevar en paciencia unos cuentos sin pies ni cabeza, que nada querían decir. Pues por eso mismo son de nuestro gusto, respondieron las sultanas.

Espero que tú no te parezcas a ellas, y que seas un verdadero Ulug; y no desconfío de que cuando te halles fatigada de conversaciones tan instructivas como los Mil y uno, aunque mucho menos recreativas, podré yo tener la honra de que te ocupes algunos minutos de vagar en oírme cosas dichas en razón.

Si en tiempo de Scander, hijo de Filipo, hubieras sido Talestris, o la reina de Sabea en tiempo de Solimán, estos reyes hubieran sido los que hubieran peregrinado por verte.

Ruego a las virtudes celestiales que tus deleites no lleven acíbar, que sea duradera tu hermosura, y tu ventura perpetua.

Zadig o el destinoHistoria oriental
Voltaire

Capítulo I, «Dedicatoria de Zadig a la Sultana Cheraah, por Sadi»
A 18 del mes de Cheval, año 837 de la hégira.