Al rescate del pasado II

En México hay un tipo de museo al que se le conoce como de sitio, o por lo menos así ha denominado el Instituto Nacional de Antropología e Historia, al recinto que resguarda y exhibe algunas de las piezas encontradas durante las excavaciones en las zonas arqueológicas. Su función es ampliar la información que dan por sí mismos los vestigios arqueológicos.

 

Un profesor puede elegir pasar primero a visitar el museo y luego hacer el recorrido por el sitio o a la inversa; pero cualquiera sea su método, este tipo de museo le será de gran ayuda en el proceso enseñanza-aprendizaje de sus alumnos. Por lo general cuentan con maquetas de las zonas arqueológicas o de sus basamentos piramidales, dibujos o mapas.

 

En casi todos los estados de nuestra República se encuentran zonas arqueológicas, sin embargo, por la amplitud del área donde se encuentran, así como por sus monumentales edificios, las mayas son las más llamativas. Por ejemplo, la de Palenque en Chiapas. El Museo de Sitio de Palenque llamado «Alberto Ruz Lhuillier», en honor al arqueólogo que descubrió la tumba de Pakal, tuvo como precedente un recinto inaugurado en 1957. El museo actual se encuentra en un inmueble construido ex profeso, el cual fue abierto al público en diciembre de 1994, y es considerado como uno de los museos arqueológicos más notables del área maya, porque reúne alrededor de 234 objetos procedentes de distintas áreas de la zona arqueológica.

 

Lamentablemente la selva y los visitantes están acabando con mucha de la belleza de esta antigua ciudad maya. Cuando se descubrió en junio de 1952 la tumba de uno de sus gobernantes más importantes, K’inich Janahb’ Pakal (siglo VII después de Cristo), los arqueólogos no tenían idea del daño que le provocarían a los materiales de su construcción, al ponerla a la vista del público.

 

A pesar de los cuidados que un arqueólogo prodigue a su hallazgo durante su investigación, siempre habrá circunstancias que no pueda controlar y que ocasionen pérdidas. El arqueólogo Ruz Lhuillier, quien hizo el primer levantamiento fotográfico del sitio, vio lo que nosotros no veremos nunca más, descubrió una cámara funeraria de 7 metros de largo por 3.75 metros de ancho, con las imágenes de nueve personajes en las paredes, hechos de estuco; al centro halló un sarcófago de piedra caliza, bellamente esculpido en bajorrelieve.

 

Pasaron muchos años antes de que los restauradores y arqueólogos decidieran cerrar definitivamente la tumba, para preservarla. ¿Entonces quién podría atestiguar la belleza del arte palencano si la tumba se cerraba? La mejor forma de preservar las cosas antiguas sería guardándolas y que nadie las tocara. En teoría, así se conservarían sus colores originales y la integridad de sus materiales, lo más importante, podrían durar más tiempo. Pero ello contravendría la razón por las que se pretende alargar su “vida”. Para qué conservamos una vasija de 1000 años en una vitrina, si no es para poder estudiarla y admirarla.

 

Para eso mismo se crearon este tipo de museos, para preservar en medida de lo posible aquellas piezas que por su composición no pueden permanecer a la intemperie pues se correría el riesgo de perderla definitivamente. ¿Cómo deciden qué piezas entrarán al museo? Regularmente se eligen piezas frágiles, o las más pequeñas, vasijas de barro, trozos de muro con pintura o esculturas con vestigios de color. El resto se deja en su sitio y se busca la mejor forma de protegerlos.

 

El museo de sitio de Palenque cuenta con una colección de portaincensarios, decorados con imágenes de dioses y personajes palencanos, admirables por su depurada técnica cerámica además de compleja variedad iconográfica. También se pueden apreciar ornamentos y máscaras de jadeíta, malaquita, concha, coral y otros materiales, procedentes de las tumbas de los miembros de la familia gobernante, todo ello permite al visitante apreciar el poder y la riqueza de las dinastías mayas.

 

A raíz del cierre de la tumba de Pakal, recientemente (2007) dentro del museo se construyó una réplica a tamaño real, de la cámara funeraria de dicho gobernante, misma que originalmente se localiza en el Templo de las Inscripciones; con la finalidad de satisfacer el interés de los visitantes por conocer el monumento original. Así podemos estar seguros que en algunos años, cuando los restauradores descubran cómo preservar este invaluable monumento, podremos verlo nuevamente con nuestros propios ojos, quizá incluso como lo vio el arqueólogo que lo descubrió.

 

Bibliografía

Lakamha’, boletín informativo de palenque y zona arqueológica del museo de sitio, Número especial de Octubre, 2007, INAH.