¿Otra vez?

El presunto fin del mundo llegó ayer, pero no hubo las escenas de pánico que semanas atrás se auguraban (en realidad, muchos ni siquiera se enteraron). La Organización Mundial de la Salud (OMS, por sus siglas bajo control de Estados Unidos en cualquier idioma) anunció el arribo al máximo punto de alerta en cuanto al esparcimiento planetario del virus de mutante nombre actualmente conocido como A/H1N1. Alcanzar tal punto de peligro debería provocar una conmoción nacional si se diera natural continuidad al libreto de terror social que el calderonismo impuso a fines de abril pasado. Pero hoy ya no es necesario exagerar la nota ni ensayar toques de queda por (esta vez) motivos sanitarios: México ha sido oportunamente sometido a las políticas de shock, y declaratorias técnicas como las de ayer no sirven más, pues han sido plenamente instalados en el país los virus del miedo y el aislamiento, de la desconfianza y la desesperanza, hasta dejar casi en blanco los ánimos electorales y en negro las visiones de futuro.
En realidad, lo dicho ayer por la OMS simplemente constata lo que la sabiduría popular mexicana intuyó desde el primer día: que un problema real, necesitado de cuidados y prevenciones, estaba siendo manipulado y magnificado por el débil y entrampado gobierno felipista por razones electorales y de control social. Hoy, ya sin necesidad de dibujar escenarios aporcalípticos (el apocalipsis porcino), la administración federal simplemente da la bienvenida a la fase seis, y última, de la graduación riesgosa según la OMS, y el cansino ocupante frecuente de las pantallas televisivas durante el periodo conocido como El Error de Abril, José Ángel Córdova Villalobos, vuelve a las confusas y a veces contradictorias explicaciones al manifestar que esta modificación de fase cinco a fase seis realmente no afecta ni quiere decir que haya una mala evolución en México y mucho menos afecta las acciones que ya se han establecido.
El manejo efectista de un problema de salud, que a lo largo de varias semanas causó un poco más del doble de las muertes habidas en horas en el caso de la guardería sonorense subrogada, permitió al calderonismo avanzar en su proyecto de establecer en México un estado de excepción y dio el banderazo de salida a un arriesgado plan electoral que ya ha cambiado las perspectivas originales (que apuntaban a que el PRI ganaría claramente la mayoría en San Lázaro) mediante golpes militares selectos a entidades opositoras (Zacatecas, Michoacán y Nuevo León, por lo pronto) y mediante la promoción indirecta de formas de desvanecimiento del espíritu sufragante. Por todo ello es que, a estas alturas, la pandemia y las fases de focos rojos según la OMS son lo de menos: shock dado ni quien lo quite.
 Julio Hernández López, Viernes 12 de junio de 2009, La Jornada, sección  Astillero.